Discípulos y Misioneros

Documento de Aparecida: Texto y Comentarios

DOCUMENTO DE APARECIDA N. 319-327

319. Es necesario un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a los seminaristas un verdadero proceso integral: humano, espiritual, intelectual y pastoral, centrado en Jesucristo Buen Pastor. Es fundamental que durante los años de formación, los seminaristas sean auténticos discípulos, llegando a realizar un verdadero encuentro personal con Jesucristo en la oración con la Palabra, para que establezcan con Él relaciones de amistad y amor, asegurando un auténtico proceso de iniciación espiritual, especialmente, en el Período Propedéutico. La espiritualidad que se promueva deberá responder a la identidad de la propia vocación, sea diocesana o religiosa.

320. Se procurará a lo largo de la formación desarrollar un amor tierno y filial a María, de manera que cada formando llegue a tener con ella una espontánea familiaridad, y la «acoja en su casa» como el discípulo amado. Ella brindará a los sacerdotes fortaleza y esperanza en los momentos difíciles y los alentará a ser incesantemente discípulos misioneros para el Pueblo de Dios.

321. Se deberá prestar especial atención al proceso de formación humana hacia la madurez, de tal manera que la vocación al sacerdocio ministerial de los candidatos llegue a ser en cada uno un proyecto de vida estable y definitivo, en medio de una cultura que exalta lo desechable y lo provisorio. Dígase lo mismo de la educación hacia la madurez de la afectividad y la sexualidad. Ésta debe llevar a comprender mejor el significado evangélico del celibato consagrado como valor que configura a Jesucristo, por tanto, como un estado de amor, fruto del don precioso de la gracia divina, según el ejemplo de la donación nupcial del Hijo de Dios; a acogerlo como tal con firme decisión, con magnanimidad y de todo corazón; y a vivirlo con serenidad y fiel perseverancia, con la debida ascesis en un camino personal y comunitario, como entrega a Dios y a los demás con corazón pleno e indiviso.

322. En todo el proceso formativo, el ambiente del Seminario y la pedagogía formativa deberán cuidar un clima de sana libertad y de responsabilidad personal, evitando crear ambientes artificiales o itinerarios impuestos. La opción del candidato por la vida y ministerio sacerdotal debe madurar y apoyarse en motivaciones verdaderas y auténticas, libres y personales. A ello se orienta la disciplina en las casas de formación. Las experiencias pastorales, discernidas y acompañadas en el proceso formativo, son sumamente importantes para corroborar la autenticidad de las motivaciones en el candidato y ayudarle a asumir el ministerio como un verdadero y generoso servicio, en el cual el ser y el actuar, persona consagrada y ministerio, son realidades inseparables.

323. Al mismo tiempo, el Seminario deberá ofrecer una formación intelectual seria y profunda, en el campo de la filosofía, de las ciencias humanas y, especialmente de la teología y la misionología, a fin de que el futuro sacerdote aprenda a anunciar la fe en toda su integridad, fiel al Magisterio de la Iglesia, con atención crítica atento al contexto cultural de nuestro tiempo y a las grandes corrientes de pensamiento y de conducta que deberá evangelizar. Asimismo se deberá reforzar el estudio de la Palabra de Dios en el currículum académico en los diversos campos formativos, procurando que la Palabra divina no se reduzca sólo a nociones, sino que sea en verdad espíritu y vida que ilumine y alimente toda la existencia. Por tanto, será necesario contar en cada seminario con el número suficiente de profesores bien preparados.

324. Es indispensable confirmar que los candidatos sean capaces de asumir las exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo, capacidad de servicio, humildad, valoración de los carismas ajenos, disposición a dejarse interpelar por los demás, obediencia al obispo y apertura para crecer en comunión misionera con los presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, sirviendo a la unidad en la diversidad. La Iglesia necesita sacerdotes y consagrados que nunca pierdan la conciencia de ser discípulos en comunión.

325. Los jóvenes provenientes de familias pobres o de grupos indígenas, requieren una formación inculturada, es decir, deben recibir la adecuada formación teológica y espiritual para su futuro ministerio, sin que ello les haga perder sus raíces y, de esta forma puedan ser evangelizadores cercanos a sus pueblos y culturas.

326. Es oportuno señalar la complementariedad entre la formación iniciada en el Seminario y el proceso formativo que abarca las diversas etapas de vida del presbítero. Hay que despertar la conciencia de que la formación sólo termina con la muerte. La formación permanente «es un deber ante todo para los sacerdotes jóvenes, y ha de tener aquella frecuencia y programación de encuentros que, a la vez que prolongan la seriedad y solidez de la formación recibida en el seminario lleven progresivamente a los jóvenes presbíteros a comprender y vivir la singular riqueza del «don» de Dios -el sacerdocio- y a desarrollar sus potencialidades y aptitudes ministeriales, también mediante una inserción cada vez más convencida y responsable en el presbiterio, y por tanto en la comunión y corresponsabilidad con todos los hermanos.». Al respecto, se requieren proyectos diocesanos bien articulados y constantemente evaluados.

327. Las casas y centros de formación de la Vida religiosa son también espacios privilegiados de discipulado y formación de los misioneros y misioneras, según el carisma propio de cada instituto religioso.

abril 25, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, FAMILIA CRISTIANA, IGLESIA, MISIÓN, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , , , | Deja un comentario

Comentario n. 314-318

Promover la pastoral vocacional es una prioridad dentro de la pastoral ordinaria de la Iglesia. Es parte de la evangelización integral presentar a los jóvenes la vocación a la vida religiosa o sacerdotal.  Pero no basta con una promoción vocacional entendida sólo en momentos específicos. Considero que sea más importante tener la conciencia que la vida cristiana es fundamental. Cuando en las familias se pueda hablar, o más todavía, ayudar a los hijos a responder a aquello que Dios espera de cada uno de ellos, entonces habrá la posibilidad que la llamada de Dios encuentre acogida y respuesta generosa.
Muchos de nosotros hemos tenido experiencia, o hemos escuchado tantas veces, como los adultos preguntan a los niños o a los estudiantes: ¿qué quieres ser cuando seas grande?, ¿qué has pensado estudiar?  La pregunta es importante.  Tiene que ver con aquello que será el rol en la sociedad. Partimos del hecho que cada persona es libre para plantearse la pregunta de sí mismo: ¿qué quiero hacer con mi vida?
En las familias se va configurando la conciencia de cada uno para que pueda hacer la elección de su vida. No es de extrañar que los padres se hacen «sueños» con la vida de sus hijos: «que mi hijo sea esto o aquello». También en la escuela se va madurando la perspectiva de aquello que cada uno será en el futuro. Esto forma parte del proceso natural que hemos vivido cada uno de nosotros.
Situándonos en una perspectiva cristiana podemos decir que es importante guiar y orientar a los jóvenes para que puedan encontrar la vocación de su vida, y de este modo, puedan  meter ‘alma, vida y corazón’ en sus actividades cotidianas. Pero no puede quedar al margen la pregunta por la pregunta: has pensado ¿qué quiere Dios de tu vida?, ¿no será que Dios te llama a consagrarte en la vida sacerdotal o religiosa? No tener miedo a responder con valentía y generosidad.
La conciencia de la Iglesia es que Dios llama a quien quiere: «no son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido». Jesús ha dicho: «rueguen al dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies». Por esto no puede faltar la oración por las vocaciones en las parroquias ni mucho menos en las familias.
Dios sigue llamando. Pero hay que ayudar a los jóvenes a que puedan responder a esta llamada de Dios. Y esto es el objetivo de la pastoral vocacional. No podemos ignorar el rol fundamental que tienen las familias en este sentido. Una comunidad que vive su fe con coherencia tendrá siempre las vocaciones. Ahora que se habla de la misión continental es un buen momento para recordar esta misión que tienen los padres de familia para ayudar a sus hijos a responder a Dios sobre todas las cosas.

abril 23, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, ENCUENTRO CON JESUCRISTO, FAMILIA CRISTIANA, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , | Deja un comentario

DOCUMENTO DE APARECIDA N. 314-318

6.4.5 Los Seminarios y Casas de formación religiosa

314. En lo que se refiere a la formación de los discípulos y misioneros de Cristo ocupa un puesto particular la pastoral vocacional, que acompaña cuidadosamente a todos los que el Señor llama a servirle a la Iglesia en el sacerdocio, en la vida consagrada o en el estado laical. La pastoral vocacional, que es responsabilidad de todo el pueblo de Dios, comienza en la familia y continúa en la comunidad cristiana, debe dirigirse a los niños y especialmente a los jóvenes para ayudarlos a descubrir el sentido de la vida y el proyecto que Dios tenga para cada uno, acompañándolos en su proceso de discernimiento. Plenamente integrada en el ámbito de la pastoral ordinaria, la pastoral vocacional es fruto de una sólida pastoral de conjunto, en las familias, en la parroquia, en las escuelas católicas y en las demás instituciones eclesiales. Es necesario intensificar de diversas maneras la oración por las vocaciones, con la cual también se contribuye a crear una mayor sensibilidad y receptividad ante el llamado del Señor; así como promover y coordinar diversas iniciativas vocacionales. Las vocaciones son don de Dios, por lo tanto en cada diócesis no deben faltar especiales oraciones al «Dueño de la mies».

315. Ante la escasez en muchas parte de América Latina y El Caribe de personas que respondan a la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada en América Latina y El Caribe, es urgente dar un cuidado especial a la promoción vocacional, cultivando los ambientes en los que nacen las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, con la certeza de que Jesús sigue llamando discípulos y misioneros para estar con Él y para enviarlos a predicar el Reino de Dios. Esta V Conferencia hace un llamado urgente a todos los cristianos y especialmente a los jóvenes para que estén abiertos a una posible llamada de Dios al sacerdocio o a la vida consagrada; les recuerda que el Señor les dará la gracia necesaria para responder con decisión y generosidad, a pesar de los problemas generados por una cultura secularizada, centrada en el consumismo y el placer. A las familias las invitamos a reconocer la bendición de un hijo llamado por Dios a esta consagración y a apoyar su decisión y su camino de respuesta vocacional. A los sacerdotes les alentamos a dar testimonio de vida feliz, alegría, entusiasmo y santidad en el servicio del Señor.

316. Un espacio privilegiado, escuela y casa para la formación de discípulos y misioneros, lo constituyen sin duda los seminarios y las casas de formación. El tiempo de la primera formación es una etapa donde los futuros presbíteros comparten la vida a ejemplo de la comunidad apostólica en torno a Cristo Resucitado: oran juntos, celebran una misma liturgia que culmina en la Eucaristía, a partir de la Palabra de Dios reciben las enseñanzas que van iluminando su mente y moldeando su corazón para el ejercicio de la caridad fraterna y de la justicia, prestan servicios pastorales periódicamente a diversas comunidades, preparándose así para vivir una sólida espiritualidad de comunión con Cristo Pastor y docilidad a la acción del Espíritu, convirtiéndose en signo personal y atractivo de Cristo en el mundo, según el camino de santidad propio del ministerio sacerdotal.

317. Reconocemos el esfuerzo de los formadores de los Seminarios. Su testimonio y preparación son decisivos para el acompañamiento de los seminaristas hacia una madurez afectiva que los haga aptos para abrazar el celibato sacerdotal y capaces de vivir en comunión con sus hermanos en la vocación sacerdotal; en este sentido, los cursos de formadores que se han implementado son un medio eficaz de ayuda a su misión.

318. La realidad actual nos exige mayor atención a los proyectos formativos de los Seminarios, pues los jóvenes son víctimas de la influencia negativa de la cultura postmoderna, especialmente de los medios de comunicación social, trayendo consigo la fragmentación de la personalidad, la incapacidad de asumir compromisos definitivos, la ausencia de madurez humana, el debilitamiento de la identidad espiritual, entre otros, que dificultan el proceso de formación de auténticos discípulos y misioneros. Por eso, es necesario antes del ingreso al Seminario, que los formadores y responsables hagan una esmerada selección que tenga en cuenta el equilibro psicológico de una sana personalidad, una motivación genuina de amor a Cristo, a la Iglesia, a la vez que capacidad intelectual adecuada a las exigencias del ministerio en el tiempo actual.

abril 20, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, DOCUMENTO DE APARECIDA, FAMILIA CRISTIANA, IGLESIA, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , , | 2 comentarios

Comentario n. 311-313

El Espíritu Santo suscita en la Iglesia, a través de sus dones y carismas, modos nuevos de vivir el Evangelio. En la Iglesia, desde su manifestación en Pentecostés, hasta el día de hoy, es el Espíritu Santo el que actúa, sostiene y renueva a los discípulos para que vivan según el Evangelio. Se puede decir que es una constante en la historia de la Iglesia: el surgir realidades eclesiales que renuevan la Iglesia.

Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades, siendo dones del Espíritu Santo para la Iglesia, necesitan de una aprobación de la autoridad eclesiástica. En la diócesis quien tiene la autoridad, como lo hemos visto antes, es el Obispo diocesano.

Las nuevas realidades eclesiales presentan aspectos de «novedad» que necesitan ser considerados atentamente por el Obispo diocesano. De ahí la necesidad que haya docilidad de parte de las personas que forman los movimientos, -especialmente cuando son «nuevos»- al juicio de la Iglesia. La conciencia de la Iglesia es: las nuevas realidades no pueden estar al margen de la comunión eclesiástica, nacen en la Iglesia y se desarrollan para dar frutos en la Iglesia. Hay un derecho bautismal de los fieles a asociarse de manera que cada uno es libre de participar en las diferentes realidades eclesiales.

Las dificultades que a veces se encuentran en las parroquias, donde se concretiza el trabajo pastoral de la Iglesia, se pueden superar cuando se tienen en cuenta los aspectos fundamentales: los movimientos deben mantener su especificidad, pero dentro de una profunda unidad con la Iglesia particular, no sólo de fe sino de acción.

abril 16, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, DOCUMENTO DE APARECIDA, IGLESIA, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , | 1 comentario

DOCUMENTO DE APARECIDA N. 311-313

6.4.4 Los movimientos eclesiales y nuevas comunidades

311. Los nuevos movimientos y comunidades son un don del Espíritu Santo para la Iglesia. En ellos, los fieles encuentran la posibilidad de formarse cristianamente, crecer y comprometerse apostólicamente hasta ser verdaderos discípulos misioneros. Así ejercitan el derecho natural y bautismal de libre asociación, como lo señaló el Concilio Vaticano II y lo confirma el Código de Derecho Canónico. Convendría animar a algunos movimientos y asociaciones que muestran hoy cierto cansancio o debilidad e invitarlos a renovar su carisma original, que no deja de enriquecer la diversidad con que el Espíritu se manifiesta y actúa en el pueblo cristiano.

312. Los movimientos y nuevas comunidades constituyen un valioso aporte en la realización de la Iglesia Particular. Por su misma naturaleza expresan la dimensión carismática de la Iglesia: «en la Iglesia no hay contraste o contraposición entre la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la cual los movimientos son una expresión significativa, porque ambos son igualmente esenciales para la constitución divina del Pueblo de Dios». En la vida y la acción evangelizadora de la Iglesia, constatamos que en el mundo moderno debemos responder a nuevas situaciones y necesidades de la vida cristiana. En este contexto también los movimientos y nuevas comunidades son una oportunidad para que muchas personas alejadas puedan tener una experiencia de encuentro vital con Jesucristo y así recuperen su identidad bautismal y su activa participación en la vida de la Iglesia. En ellos «podemos ver la multiforme presencia y acción santificadora del Espíritu».

313. Para aprovechar mejor los carismas y servicios de los movimientos eclesiales en el campo de la formación de los laicos deseamos respetar sus carismas y su originalidad, procurando que se integren más plenamente a la estructura originaria que se da en la diócesis. A la vez, es necesario que la comunidad diocesana acoja la riqueza espiritual y apostólica de los movimientos. Es verdad que los movimientos deben mantener su especificidad, pero dentro de una profunda unidad con la Iglesia particular, no sólo de fe sino de acción. Mientras más se multiplique la riqueza de los carismas, más están llamados los obispos a ejercer el discernimiento pastoral para favorecer la necesaria integración de los movimientos en la vida diocesana, apreciando la riqueza de su experiencia comunitaria, formativa y misionera. Conviene prestar especial acogida y valorización a aquellos movimientos eclesiales que han pasado ya por el reconocimiento y discernimiento de la Santa Sede, considerados como dones y bienes para la Iglesia universal.

abril 6, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, ENCUENTRO CON JESUCRISTO, IGLESIA, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , , | 1 comentario

Comentario n. 307-310

El documento de Aparecida propone no sólo la renovación de las parroquias en clave misionera, la formación para todos los fieles entendida como catequesis permanente, la recuperación de la piedad popular como lugar de encuentro con Jesucristo, sino que va además promueve iniciativas pastorales que han dado fruto. Es el caso de las «pequeñas comunidades eclesiales«.

No quiero entrar en detalles de historia sobre las Comunidades eclesiales y sus diferencias en diversos lugares, tampoco quiero hacer valoraciones generales sobre ellas. En parte porque no conozco ni su historia, ni me parece el lugar más apropiado para exponerla.

Prefiero hablar de aquello que he podido conocer por la experiencia personal. En mi parroquia natal, una parroquia de ámbito rural, con tradiciones bastante arraigadas, con una presencia escasa del sacerdote, puesto que no teníamos párroco, en un momento determinado para dar más vitalidad a los parroquianos se lanzó la invitación a formar comunidades en los barrios y caseríos. Algunos comenzaron con ilusión, otros no lo veían con distancia, algunos no quisieron comprometerse a seguir un encuentro semanal por las noches en la casa particulares.

Por aquellos años yo tenía poca edad, estaba en la escuela primaria, sin embargo me llamó la atención y comencé a asistir -con dos más de la mi familia- y poco a poco fui entrando en el ritmo de «mi comunidad». Los miembros de la comunidad eran diversos en edad, habían adultos ‘de tercera edad’, adultos ‘de segunda edad’, alguno que otro joven, unos niños… teníamos de todo. Al principio nos acompañaba una religiosa, más tarde uno de la comunidad hacía de animador o guía. Lo interesante era que cada uno podía ir creciendo según su condición y madurando su fe para que fuera más coherente y poder servir mejor en la Iglesia.

Desde el principio se puso el acento en la meditación de la Palabra de Dios, aquello era el punto fundamental. Y las primeras lecturas nos llevaban a los Hechos de los Apóstoles 2, 42; 4, 32 y otros textos que reflejaban la vida de los primeros cristianos. Aquellos textos llegamos a aprenderlos de memoria. Meditar y escuchar en primera persona la Palabra de Dios era el centro y la guía de nuestras reuniones. Procuramos ser constantes y animarnos mutuamente. Fue así que semana tras semana teníamos aquel encuentro: de la escucha de la Palabra fuimos entendiendo mejor nuestra participación litúrgica y fomentando la piedad popular.

Debo decir que aquella comunidad fue un lugar importante para ir planteando mi vocación en la Iglesia. Después de un periodo de discernimiento vocacional y conocer otras realidades eclesiales, ingresé al seminario y ahora soy sacerdote. Otros de aquella comunidad, llegado su momento, formaron sus familias. Creo que a todos nos ayudó aquella experiencia.

Cuando  la primacía la tiene la Palabra de Dios, y los miembros se sienten los primeros destinatarios de ella, es posible abrirse a vivencia más profunda de la vida cristiana. Los métodos pueden cambiar pero el contenido es el mismo: Jesucristo, ayer, hoy y simpre.

abril 3, 2009 Posted by | DISCÍPULOS, DOCUMENTO DE APARECIDA, FAMILIA CRISTIANA, MISION CONTINENTAL | , , , , , , , | Deja un comentario