Discípulos y Misioneros

Documento de Aparecida: Texto y Comentarios

Comentario n. 127-128

Los obispos reunidos en Aparecida van presentado los distintos motivos por los cuales dan gracias a Dios, al mismo tiempo es una forma de involucrar a todo el Continente en esta actitud: la acción de gracias.

– El bautismo, como primer sacramento que nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, es decir, de la Iglesia

– La multitud de niños, los ideales de los jóvenes, y el heroísmo de muchas familias que siguen siendo fieles al amor.

– La religiosidad de nuestros pueblos en sus distintas manifestaciones: devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos.

– La vitalidad de la Iglesia: si algunos solamente conocen las dificultades o debilidades, sin embargo hay otros lugares donde los frutos son abundantes.

– La centralidad de la Eucaristía para construir la civilización del amor!

La religiosidad popular o piedad popular reviste expresiones muy variadas, a veces son tradiciones que vienen de nuestros pueblos, iniciativas para conmemorar un acontecimiento importante, nacen  por una intuición comunitaria o personal y mantienen un claro enfoque de fe. Los santos muchas veces son quienes han comenzados expresiones nuevas de fe.

Con mirada crítica, a veces por los que no comparten nuestra fe, suelen repetir: «eso no está en la Biblia«, y con esto quieren quitar toda validez  a dichas expresiones. Tal argumento es débil, y ambiguo.

Desde que la Iglesia tuvo libertad para expresar su fe públicamente, es decir ya no era perseguidos, y con toda la diversidad de pueblos que se acercaron a la fe, surgieron «nuevas expresiones» de la misma fe. A partir de la meditación, contemplación e interiorización de fe recibida por la predicación apostólica, los cristianos han puesto sus dones, talentos, inspiraciones al servicio de la fe.

Cada cultura tiene formas propias, y la fe cristiana no elimina los valores presentes en las diversas culturas, sino que  los purifica, los eleva y promueve. La fe, si es viva, necesariamente tiene que  hacer cultura. Y de los pueblos de América Latina se pone de relieve la gran variedad en las manifestaciones de religiosidad popular.

junio 8, 2008 Posted by | IGLESIA, MISIÓN | , , , , , , , , | Deja un comentario

APARECIDA N. 120-126

3.4 La buena nueva de la actividad humana

3.4.1 El trabajo

120. Alabamos a Dios porque en la belleza de la creación, que es obra de sus manos, resplandece el sentido del trabajo como participación de su tarea creadora y como servicio a los hermanos y hermanas. Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que «constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra», por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente «la clave esencial de toda ‘la cuestión social’«.

121. Damos gracias a Dios porque su palabra nos enseña que, a pesar de la fatiga que muchas veces acompaña al trabajo, el cristiano sabe que éste, unido a la oración, sirve no sólo al progreso terreno, sino también a la santificación personal y a la construcción del Reino de Dios. El desempleo, la injusta remuneración del trabajo y el vivir sin querer trabajar son contrarios al designio de Dios. El discípulo y el misionero, respondiendo a este designio, promueven la dignidad del trabajador y del trabajo, el justo reconocimiento de sus derechos y de sus deberes, y desarrollan la cultura del trabajo y denuncian toda injusticia. La salvaguardia del domingo, como día de descanso, de familia y culto al Señor, garantiza el equilibrio entre trabajo y reposo. Corresponde a la comunidad crear estructuras que ofrezcan un trabajo a las personas minusválidas según sus posibilidades.

122. Alabamos a Dios por los talentos, el estudio y la decisión de hombres y mujeres para promover iniciativas y proyectos generadores de trabajo y producción, que elevan la condición humana y el bienestar de la sociedad. La actividad empresarial es buena y necesaria cuando respeta la dignidad del trabajador, el cuidado del medio ambiente y se ordena al bien común. Se pervierte cuando, buscando solo el lucro, atenta contra los derechos de los trabajadores y la justicia.

 

3.4.2 La ciencia y la tecnología

123. Alabamos a Dios por quienes cultivan las ciencias y la tecnología ofreciendo una inmensa cantidad de bienes y valores culturales que han contribuido, entre otras cosas, a prolongar la expectativa de vida y su calidad. Sin embargo, la ciencia y la tecnología no tienen las respuestas a los grandes interrogantes de la vida humana. La respuesta última a las cuestiones fundamentales del hombre sólo puede venir de una razón y ética integrales iluminadas por la revelación de Dios. Cuando la verdad, el bien y la belleza se separan; cuando la persona humana y sus exigencias fundamentales no constituyen el criterio ético, la ciencia y la tecnología se vuelven contra el hombre que las ha creado.

124. Hoy día las fronteras trazadas entre las ciencias se desvanecen. Con este modo de comprender el diálogo, se sugiere la idea de que ningún conocimiento es completamente autónomo. Esta situación le abre un terreno de oportunidades a la teología para interactuar con las ciencias sociales.

3.5 La buena nueva del destino universal de los bienes y ecología

125. Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos. Aunque hoy se ha generalizado una mayor valoración de la naturaleza, percibimos claramente de cuántas maneras el hombre amenaza y aun destruye su ‘habitat’. «Nuestra hermana la madre tierra» es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación. Desatender las mutuas relaciones y el equilibrio que Dios mismo estableció entre las realidades creadas, es una ofensa al Creador, un atentado contra la biodiversidad y, en definitiva, contra la vida. El discípulo misionero, a quien Dios le encargó la creación, debe contemplarla, cuidarla y utilizarla, respetando siempre el orden que le dio el Creador. 

126. La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre (cf. 1Cor 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible.

junio 4, 2008 Posted by | IGLESIA, MISIÓN | , , , , , , , , , , | Deja un comentario

Comentario n. 39-42

Una de las primeras constataciones de nuestro tiempo actual: «Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado». América Latina comparte una misma herencia cultural, en muchos lugares se ha desarrollado una cultura, un modo de vivir, unas referencias que tienen sus raíces en la fe cristiana. Aquí no se refiere solamente a una religiosidad popular, sino a algo mucho más grande, algo que ha quedado plasmado en las Constituciones de nuestros países.

Pero el Documento señalar que hasta la experiencia religiosa, es decir, la trasmisión de la fe «resulta ahora igualmente difícil de transmitir» porque la familia  ha dejado de ser lugar del diálogo y de la solidaridad.

Es evidente que la familia «había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe». Cada uno puede recordar dónde o de quién ha recibido un impulso y fuerza, empuje y sostén, para vivir su fe cristiana, y en mayor o menor medida nos encontraremos con la familia: nuestros padres, los abuelos, una tía, un tío, quién haya estado más cerca de nosotros… Durante muchos años, éste ha sido el cauce normal de la transmisión de la fe para la gran mayoría de cristianos. Luego fue la parroquia, una escuela, un colegio, una comunidad, una pastoral, un movimiento… pero de algo comenzamos, algo que fue nuestro hogar. Algunos podrán decir esto todavía se vive, y tienen razón, sólo que ahora con mayor dificultad, si es dentro o fuera de la ciudad.

Sólo quiero mencionar tres ejemplos sobre la transmisión de la fe en familia: aquellos que cuenta Santa Teresita del Niño Jesús de su familia, recomiendo el libro escrito por ella (Historia de un alma), Juan Pablo II, dice que su preparación al sacerdocio fue precedida por lo el ejemplo de sus padres, «quedé solo con mi padre (había muerto su madre) que era un hombre profundamente religioso… sucedía a veces que me despertaba de noche y encontraba a mi padre arrodillado, igual que lo veía siempre en la iglesia» (Don y Misterio) y el tercero, bien podría ser de cualquiera de una parroquia; pero se trata de Claudia Lars, una mujer que ha escrito poesía, en sus recuerdos de infancia cuenta de su abuela cuando la visitaba en su enfermedad, (Tierra de Infancia): «Fue en el periodo de esa dolencia cuando la enferma me contó la vida ejemplar de muchos santos de la Iglesia: la de Santa Marta, sirvienta de Jesús de Jeús en la casa de Betania; la del pequeño Tarcisio, que dió su vida de niño fervoroso por salvar al Santísimo Sacramento; la de Santa Cecilia, con su música incomparable; la de Santa Rosa de Lima, representante de América en la Corte celestial. Yo escuchaba cada palabra con el oído embelesado y el corazón palpitante, deseaba convertirme yo también en una santita. Sabía o presentía que si «el amor divino» penetraba en mi corazón y se apoderaba  de mi vida, yo podría hacer grandes milagros. El santoral católico-romano me iba entregando sus altos ejemplos y sus leyendas cautivadoras, hasta en el último día de diciembre San Silvestre… con su tiara de pontífice y su mano ungida y luminosa, que bendecía el año nuevo… Ahora estoy convencida de que en esas narraciones yo recibí como gracia especial la más pura esencia del cristianismo… una vibrante plegaria, que en esos días me había enseñado, me situaba entre las fuerzas del bien y me libraban de cualquier peligro: «Santo, santo, santo, Señor Dios de los ejércitos luminosos; llenos están los cielos y la tierra del poder y de la majestad de tu gloria»… «el rosario que rezábamos todas las noches en familia»  Y otras muchas referencias que se podrían citar. Todo eso trasmitido por una abuela. Muchas de estas cosas eran aprendidas a memoria, y pasaban así de una generación a otra. Algunas veces era una fe que le faltaba profundizar, pero era certeza para la vida.

Si la familia  en algunas situaciones ya no trasmite la fe, podemos preguntarnos ¿qué pasa con la familia?, ¿porqué  deja de ser lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional?

Ante esta situación cultural nueva, hablaremos más delante de esto, se afirma: «la cultura puede volver a encontrar su centro y profundidad en Cristo, Sabiduría de Dios«.

abril 17, 2008 Posted by | IGLESIA, MISIÓN | , , , | Deja un comentario

APARECIDA N. 39-42

39.      Este fenómeno explica tal vez uno de los hechos más desconcertantes y novedosos que vivimos en el presente. Nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de una generación a otra con la misma fluidez que en el pasado. Ello afecta, incluso, a ese núcleo más profundo de cada cultura, constituido por la experiencia religiosa, que resulta ahora igualmente difícil de transmitir a través de la educación y de la belleza de las expresiones culturales, alcanzando aun la misma familia que, como lugar del diálogo y de la solidaridad intergeneracional, había sido uno de los vehículos más importantes de la transmisión de la fe. Los medios de comunicación han invadido todos los espacios y todas las conversaciones, introduciéndose también en la intimidad del hogar. Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica ahora, en competencia, la información de último minuto, la distracción, el entretenimiento, las imágenes de los exitosos que han sabido aprovechar en su favor las herramientas tecnológicas y las expectativas de prestigio y estima social. Ello hace que las personas busquen denodadamente una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, allí donde nunca podrán encontrarla.

40.      Entre los presupuestos que debilitan y menoscaban la vida familiar encontramos la ideología de género, según la cual cada uno puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la naturaleza humana. Esto ha provocado modificaciones legales que hieren gravemente la dignidad del matrimonio, el respeto al derecho a la vida y la identidad de la familia.

41.      Por ello los cristianos necesitamos recomenzar desde Cristo, desde la contemplación de quien nos ha revelado en su misterio la plenitud del cumplimiento de la vocación humana y de su sentido. Necesitamos hacernos discípulos dóciles, para aprender de Él, en su seguimiento, la dignidad y plenitud de la vida. Y necesitamos, al mismo tiempo, que nos consuma el celo misionero para llevar al corazón de la cultura de nuestro tiempo, aquel sentido unitario y completo de la vida humana que ni la ciencia, ni la política, ni la economía ni los medios de comunicación podrán proporcionarle. En Cristo Palabra, Sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1, 30), la cultura puede volver a encontrar su centro y su profundidad, desde donde se puede mirar la realidad en el conjunto de todos sus factores, discerniéndolos a la luz del Evangelio y dando a cada uno su sitio y su dimensión adecuada.

42.      Como nos dijo el Papa en su discurso inaugural: «sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano«. La sociedad que coordina sus actividades sólo mediante múltiples informaciones, cree que puede operar de hecho como si Dios no existiese. Pero la eficacia de los procedimientos lograda mediante la información, aún con las tecnologías más desarrolladas, no logra satisfacer el anhelo de dignidad inscrito en lo más profundo de la vocación humana. Por ello, no basta suponer que la mera diversidad de puntos de vista, de opciones y, finalmente, de informaciones, que suele recibir el nombre de pluri o multiculturalidad, resolverá la ausencia de un significado unitario para todo lo que existe. La persona humana es, en su misma esencia, aquel lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única vocación de sentido. A las personas no les asusta la diversidad. Lo que les asusta más bien es no lograr reunir el conjunto de todos estos significados de la realidad en una comprensión unitaria que le permita ejercer su libertad con discernimiento y responsabilidad. La persona busca siempre la verdad de su ser, puesto que es esta verdad la que ilumina la realidad de tal modo que pueda desenvolverse en ella con libertad y alegría, con gozo y esperanza.

abril 15, 2008 Posted by | DISCÍPULOS, LITURGIA | , , , | Deja un comentario